Después de las tres funciones de Dido & Eneas del año pasado, volvemos ahora con tres funciones más, animados por la buena recepción que tuvimos.
Creo que parte de esta buena recepción es justamente que la puesta responde a un interesante planteo que hace Edward Said hace en "Sobre el estilo tardío", su libro póstumo, que devoré en el verano. Les transcribo parte del texto:
"(...) tendemos a pensar que la ópera es una serie de arias o melodías relacionadas entre sí por una historia en general estúpida o melodramática o irreal, en la que escuchamos la música a pesar de los sucesos ridículos y, a buen seguro, irrelevantes que tienen lugar en el escenario (...) En mi opinión, la pregunta clave y radical sobre la opera es: '¿Por qué canta esa gente?' Sin embargo, teniendo en cuenta las condiciones en las que se representan las óperas hoy día - como proyectos tremendamente caros y monumentales interpretados como si de una obra de museo se tratara, que pertenecen a un pasado lejano e irrecuperable y a un presente excéntrico, privilegiado y poco serio-, resulta complejo plantear esta pregunta y, más aún, responderla"
Dido & Eneas reúne una serie de virtudes difíciles de encontrar en muchas óperas. La música es extraordinaria, toda ella. La historia que se cuenta es bella, profunda, y la adaptación que Tate hace de Virgilio para el libreto, si bien y obviamente sufre numerosos recortes, mantiene el hilo dramático de la historia original. Tiene una duración (poco más de una hora) más acorde a las premuras de la vida actual. Y además, la puesta de Federico Ortega apela a lo contemporáneo y cotidiano, de modo tal que cualquiera que deje sus prejuicios y rótulos de lado (rótulos de elitismo, de vetustez, de solemnidad, de aburrimiento), de puede sentirse conmovido e interpelado por la ópera, hoy, cualquier día de estos.
jueves, 16 de febrero de 2012
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